La gruta se encuentra a unos 60 metros de la carretera, en la ladera de una loma de poca altura, y forma parte del conjunto de cuevas de Constanza, ubicado próximo a la entrada del pueblo.
Cuando el punto exacto de la caverna fue encontrado, ya pasaban de las ocho y media. ¿Se habrá marchado ya?
Hubo que vocearle varias veces desde la carretera. Y justo cuando el encuentro y el viaje desde la capital parecían irse al traste apareció el rostro de Joaquín entre los arbustos, como el cuadro de una película. Con su barba blanca y ropa oscura y descuidada, parecía exactamente lo que es: un típico ermitaño.
Tras pedirle permiso para conversar con él, acepta que el grupo suba. El empinado camino, cubierto de yerba mojada y rodeado de maleza, casi no se ve. Dos de los cinco curiosos que ese día decidieron conocer a Joaquín se cayeron y por poco ruedan colina abajo.
La vista desde lo alto es una de las más hermosas del país: el verde valle de Constanza. Lo que se ve en el saliente pedregoso de la ladera, en cambio, causa lástima.