Seamos sinceros: donde se ponga un buen chisme que se quite la prima de riesgo. Si, además, en el enredo están implicados un cura en apuros, una mentira piadosa, un lujoso crucero yéndose a pique, un capitán cobarde, otro con malas pulgas –"¡vuelve a bordo, joder!"— y todos los parroquianos de un pueblo lombardo haciéndose cruces, entonces el éxito del chisme está asegurado.