Desde hoy, toda la comunidad cristiana se prepara para conmemorar el acontecimiento medular en que afinca su fe en Dios: la cruxifición y resurrección de Jesuscristo, el hijo del Creador que vino al mundo a salvarlo del pecado y asegurarle la vida en su reino eterno. No se trata de un acontecimiento histórico, ampliamente documentado desde que ocurrió hace más de veinte siglos, sino de la expresión más suprema del amor de Dios por la humanidad, a la que siempre redime, pese a sus inconsecuencias.
La rememoración de los episodios que incluyen la persecución, arresto, juicio, el atropello más bestial y su muerte clavado en un madero en cruz, da oportunidad a los cristianos de aquilatar todo el sufrimiento que padeció Jesús en su misión salvífica y su inmensa bondad y misericordia al dar el perdón a todo el que había dudado de su condición de hijo de Dios, inclusive a quienes lo cruxificaron.
